lunes, 23 de febrero de 2015

La teoría de juegos: un buen ejemplo

En un tipo de mercado de los que estudiamos, el oligopolio, las relaciones entre los "contendientes", los competidores, siempre que no sean colaborativan o que lleven a un modelo colusorio tipo cártel, las estrategias para una actuación en el mercado de una epresa no dependen sólo de sus decisiones, sino de las decisiones que la empresa piense que va a provocar en sus competidores como consecuencia de sus acciones. Es algo similar al ajedrez: no puedo pensar en mi próximo movimiento de forma aislada, sino en el que hará el contrario como respuesta, y cuál haré yo entonces... Un jugador será tanto mejor cuantas más variaciones puede controlar a los diversos movimientos que hará el rival y a sus respuestas y sus consecuencias.
Para estudiar este tipo de interdependencia económica en los mercados, se acude a la Teoría de juegos, desarrollada posteriormente por John Forbes Nash en su equilibrio de Nash, y que tiene como ejemplo popular el dilema del prisionero.
En el cine, en los años 80 se vio algo parecido en la película "Juegos de guerra". Hoy en día te haría gracia verla: un adolescente muy aficionado a los ordenadores (en la época del MS-DOS, sin SO Windows) se conecta mediante un antediluviano módem, vía línea telefónica, con un ordenador del pentágono, creyendo que juega a juegos de guerra. En esta primera imagen, veréis algo que os gustaría hacer a más de uno...

Pero el ordenador pone en marcha la guerra termonuclear mundial y prepara el lanzamiento de los misiles contra la extinta U.R.S.S. La única forma de lograr que el ordenador no "juegue" es que estudie o simule todas las posibles estrategias de ataque (propio o ajeno) y sus respuestas. Al final, el ordenador decide que en ese juego ninguna estrategia lleva a la victoria, o mejor aún: todas llevan a la derrota de ambos contendientes. Por tanto, decide que es mejor no "jugar" (y no lanzar los misiles). Puedes ver los minutos decisivos de la película aquí:

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